Abstract:
La violencia contra la mujer es un fenómeno que, si bien existió con más o menos
crudeza en todas las sociedades machistas de la historia de la humanidad, se viene incrementando
cotidianamente al punto que, a enero del 2020, la cifra de feminicidio ha superado a las del 2018
y 2019. La teoría de Dollar & Miller citado por Sabucedo & Morales (2015) propone que cuanta
más frustración experimentan los miembros de una sociedad, más violentos tenderán a tornarse
lo que nos llevaría al análisis de los índices de frustración que experimentan los miembros de
una sociedad globalizada en la que cada día los pobres se hacen más pobres y los ricos más
ricos, la pobreza se va tornando en extrema pobreza y el acceso a la educación y a un empleo
decoroso es cada vez más difícil.
De otro lado, Bandura y Ribes (1975) han sostenido la idea de que gran parte
de nuestras conductas violentas y agresivas son aprendidas por modelos. Desde esta
perspectiva, los hijos de padres violentos tendrán por aprendizaje a ser también violentos.
En efecto, aun cuando desde niños hayan llorado, por el maltrato del que era víctima su
madre y de adulto reproducirá el modelo que le dio el padre y por lo tanto maltratará
también a su pareja. Cabe acotar que Bandura (1974) no renegó del modelo conductista,
sino que a este le agregó el componente cognitivo. Así pues, el niño aprende ser violento no
solo por modelo, sino también por que observa que las personas violentas tienden a salirse
con la suya y este hecho los incita a reproducir el modelo anticipando el refuerzo. Ahora
bien, el salirse con la suya; además actúa como reforzador de la conducta la misma que
según la teoría al ser reforzada tenderá a serse más estable.
Un examen rápido de la realidad, nos conduce a la conclusión de que en ella
coexisten factores que se condicen con una y otra teoría, no obstante, un tercer enfoque
(Lorenz, 1972) propone que los seres humanos tenemos una dosis de violencia heredada
y que fue transmitida de generación en generación desde las hordas primitivas y aun antes
de estas. En efecto, de acuerdo con este punto de vista, los emergentes hombres debieron
desarrollar altos índices de agresividad para sobrevivir en un medio hostil y de acuerdo
con la ley de la selección natural los más fuertes y aptos eran los sobrevivientes y por
consiguiente los que tendían a reproducirse. Por supuesto los menos fuertes, agresivos y
débiles tendían a desaparecer. Así el hombre moderno tendría en su genética una fuerte
dosis de agresividad potencial, que se haría vigente en determinadas circunstancias,
generalmente condicionadas por el ambiente. Las sociedades machistas, han exacerbado la creencia de que la mujer es en primera
instancia propiedad del varón y como tal éste puede hacer, por decirlo de algún modo su
voluntad con ella. Pero también, ha venido educando a la mujer para aceptar esta situación
de modo, que se ha generado el caldo de cultivo para la violencia contra la mujer. Además,
todas las condiciones están dadas para ello, tal es la importancia del trabajo que presentan:
Fabián Arias, Eugenia; Alberto Bueno, Yovana y Vilcas Baldeón, Luz con el que contribuyen
al estudio de la problemática señalada. Lo cual es muy importante porque es un esfuerzo de los
académicos y de la universidad para enfrentar desde la perspectiva de la ciencia un problema
que aqueja a la sociedad. Invitamos a los lectores a leer el trabajo, que en mi opinión brinda
elementos importantes para el conocimiento y discusión del tema.